BACHILLERATO A LICENCIATURA

Llegar al último año de bachillerato es emocionante, pero también da miedo. Todos hablan de fiestas, graduación y despedidas, pero en el fondo la mayoría piensa en lo mismo: el examen de admisión. Ese momento en el que se decide si vas a poder entrar a la universidad que quieres, o si tendrás que esperar otro año. Y aunque nadie lo diga en voz alta, la presión se siente en el aire.

La realidad es que el examen no es un juego. Miles de chavos se inscriben cada año, pero los lugares son contados. No importa si fuiste el mejor del salón o si apenas sacabas “pasando”; lo que importa es cómo llegas preparado al día del examen. Eso da miedo, porque uno se da cuenta de que no basta con lo que aprendió en clase.

Cuando empiezas a estudiar, te das cuenta de lo mucho que olvidaste. Esa fórmula de física que parecía fácil, ya no la recuerdas. Ese tema de historia que jurabas tener claro, de repente se te confunde. Y ahí es cuando entiendes que prepararse no es un lujo, sino una necesidad. Practicar, repasar y hacer simulacros es la única forma de no quedarse en blanco el día del examen.

Además, no se trata solo de estudiar a lo loco. Hay que organizarse: dormir bien, dividir el tiempo y no dejar todo para la última semana. Porque sí, a muchos nos pasa que queremos estudiar de madrugada con litros de café, pero al final ni retenemos nada. Prepararse también es aprender a cuidar tu mente y tu cuerpo.

Eso sí, no todo es fácil. Al principio fallas mucho en los ejercicios y sientes que no vas a poder. Y claro que desanima. Pero poco a poco, con práctica, vas mejorando. Cada error te enseña algo y cada acierto te da confianza. Ahí es cuando entiendes que la preparación es un proceso, no un castigo.

Lo curioso es que no siempre gana el más “inteligente”, sino el más constante. Hay quienes estudian todos los días un poco y llegan seguros, y otros que se confían y terminan reprobando. Prepararse es, en el fondo, una forma de decir: “me estoy dando la mejor oportunidad de lograrlo”.

Al final, el examen es como una puerta: solo la puedes abrir si llegas con la llave correcta, y esa llave es tu preparación. Tal vez dé miedo, tal vez cueste esfuerzo, pero vale la pena. Porque cuando ves tu nombre en la lista de aceptados, entiendes que todo el cansancio valió la pena.

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